El tema de los nombres siempre ha sido motivo de controversias, desde hace muchos años, vimos cómo se cambiaban en general el abanico de nombres que se usaban en las épocas diferentes según las costumbres y los acontecimientos.
En la etapa colonial se imitaron muchos nombres, algunos ya en desuso en la península ibérica, como Eraclea, Otilia, Diosdada, Salustiano, Aniceto, Eulogia,
Hermeregildo, Tranquilino, Pancracio, Olegario, Eleuteria entre otros.
En ese intervalo era común escuchar que alguien se llamaba Yusnavi, por aquello de US Navy, Yusimi, por You see me, etc., incluso de ocasión se escuchó alguien llamado Santoral al Dorso, Yeferson, y otros no menos simpáticos como extravagantes.
Es bueno señalar que, por el arraigo de la mayoría de los cubanos a la religión católica, esta sirvió de freno a tales arbitrariedades, ya que al bautizar al pequeño debía tener un nombre de los considerados en el santoral vigente, lo cual obligaba a considerar nombres gramaticales.
Ya entrada la república era muy común escuchar algunos nombres peninsulares como Eurípides, Simplicio, Ambrosio, Hilario entre otros, aunque ya comenzaban a usarse nombres tales como Juan, Pedro, Luis, Alberto, Carlos, María, Mercedes, Leonor, Luisa, etc.
A la llegada del nuevo sistema de gobierno en el 1959, comenzaron a aparecer los Fideles Ernestos y Raules, así como las Celia, etc.